Cuando andamos con el trazo grueso que deja un rodillo de quince o veinte centímetros, cuando vamos a toda prisa por llegar a nuestro destino o cuando tenemos quince mil asuntos en la cabeza podemos perder de vista los pequeños detalles que son los que marcan la diferencia:
- Terminar de bajar un sofá de un cuarto sin ascensor y volver a subir a dar las gracias, reparar un pequeño desperfecto en un trabajo realizado, rematar un mueble con un adorno que lo hace distinto, preguntar si podemos ayudar en algo más cuando se termina un servicio, no olvidar la cortesía cuando el tráfico se pone endiablado, dar las gracias por una visita… cuando se trata de las personas que no forman parte de nuestra organización y que confían día a día en nuestro trabajo -o que todavía no lo hacen pero que ya lo harán, esperemos-.
- Y también internamente: intentar hacer sonreír a un compañero, preparar un buen desayuno para todos, estar pendiente de qué pueden necesitar los demás, los que están de buen humor y los que están de mal humor, acordarse de apagar las luces o de que hay una tarea que realizar, poner una música que guste a todos en la radio…
Estos días hemos estado de mudanza: brocha gorda, mucha prisa y quince mil asuntos en la cabeza. Han sido de esos momentos en los que eso de tener detalles parece pasar a un segundo plano y, seguramente, la semana que viene nos daremos cuenta de que en esa vorágine hemos atropellado a alguien sin darnos cuenta, hemos perdido documentos importantes -que luego aparecerán donde menos los esperas- y nos hemos equivocado en muchas de las cosas que hemos hecho. Habrá que pedir perdón a los damnificados.
Sin embargo esta lámpara se salvó y como ella casi todos los objetos que hemos trasladado. Hemos procurado que en nuestra nueva tienda los detalles sigan teniendo el lugar que se merecen y esperamos que os guste el resultado. Ya sabéis que a partir del próximo lunes podréis volver a visitarnos. Os esperamos con más reutilización, más reciclaje y más cuidado por los detalles.