Durante los meses pasados, los de verano, nos hemos acostumbrado a que el sitio que habitualmente ocupaba una compañera o compañero quedara vacío. Nos alegrábamos por ellos porque sabíamos que estaban disfrutando de su descanso.

Ha habido huecos que han quedado vacíos de una manera más definitiva. Tres compañeros han dejado Traperos por diversos motivos, unos alegres (¡enhorabuena, Blesing, por ese nuevo trabajo!) otros no tanto. Esto ya nos deja un poso de tristeza, sobre todo si sabes que los que han sido compañeros en algún momento no están del todo bien.

Finalmente están las sillas vacías que dejan los compañeros que están recuperándose de una operación o una enfermedad y que más pronto que tarde estarán con nosotros con energías renovadas. Puede parecer una simpleza, pero para nosotras es una alegría grande que se reconozca esa posibilidad: cuando se recoge chatarra en la calle o se gana uno la vida como buenamente puede no se puede plantear parar para que lo operen.  Saber que disponemos de esa posibilidad, que participamos en un espacio en el que lo primero que se mira es a las personas que formamos parte de él y los cuidados que necesitan nos alegra.

Aunque a lo largo de la mañana haya muchos momentos en los que uno se vaya a girar para consultar algo o hacer un chiste y de pronto eche de menos a ese compañero, aunque se note en el trabajo que no estamos todos y nos cuesta llegar porque los que quedamos tenemos que arrimar un poco más el hombro, nos alegra saber que el compañero que falta está cuidándose, recuperándose y, sobre todo, que pronto estará aportándonos de nuevo todas sus cosas buenas. ¡Ánimo!