Si fuéramos capaces de que las necesidades de unas personas y otras convergieran resolveríamos muchísimos de esos problemas. Así, sin más.

Las personas que formamos parte de este proyecto no tenemos capacidad para lograr que toda la sociedad encuentre este equilibrio, aunque lo intentamos.

Lo que sí hemos descubierto es que, entre nosotros, el poder del apoyo mutuo nos permite sanar muchas heridas y resolver muchos de nuestros problemas. Hemos descubierto también que, juntos, podemos llegar a lugares de los que, por separado, nunca tuvimos noticias.

Es un camino difícil, no crean. Tenemos muchas resistencias, muchas malas experiencias y mucho individualismo inculcado que nos lleva a no confiar en el otro, a pedir siempre algo a cambio o a preferir resolver los problemas sin contar con ayuda alguna. Pero vamos consiguiendo cosas.

Tenemos ya muchas historias al respecto. Una es la de uno de nosotros que no tenía casa y una de nosotras a la que no le llegaba el dinero para pagar el alquiler. Compartamos casa, se dijeron. Y lo hicieron. La casa no tenía muebles en el salón pero eso no podía ser problema para un taller que disponía de un montón de muebles, que incluso los hacía. El resto de compañeros se ofrecío: “os vamos a preparar un salón que vais a alucinar”. ¿La historia de un salón o algo más? Las potencialidades de las personas puestas en común multiplican su poder.

Esa es la historia del “Salón Fränkhp. Así de sencilla. Otro día os contamos más historias sobre esto del apoyo mutuo. Una experiencia que nos está dando muchas sorpresas y que nos anima a seguir juntos.